EL ARTE DE COLOCARSE UN SOMBRERO

ABOGADO Y ADMINISTRADOR DE FINCAS, POR LOS ILUSTRES COLEGIOS DE CADIZ

Hace unas pocas semanas estaba sentado en la terraza de un bar, en unos de esos escasos momentos de tranquilidad y paz que los Administradores de Fincas tenemos a diario. En mi mesa un periódico y un café, y de fondo, música relajante y el sonido de los árboles, lo que te invitaba a hacer ejercicios que pocas veces podemos hacer en el día a día, como desconectar, repasar tu semana o simplemente observar a tu alrededor. Me encanta observar a las personas, sus gestos, sus manías, sus expresiones al hablar, desde la distancia. Especulas con su personalidad, con sus hábitos, cómo será y hasta sacas conclusiones.

Sentado, delante mía, se encuentra el. Unos 80 años, porte elegante (con esa elegancia que solo te da la edad), tez morena, y pelo blanco. Por supuesto, bastón, sin saber si quiera si le es necesario para andar, pero como accesorio es innegable. Sus gestos son lentos, pero seguros, y sobre la mesa un sombrero, borsalino como no. Pide la cuenta, revisa la misma con mimo, y deja el dinero sobre el platillo, y se prepara para levantarse. Se coloca el bastón entre las piernas, se ciñe la chaqueta y coge el sombrero. Y comienza el baile entre la prenda y su pelo: lo deja caer, lo acomoda, lo ladea, pero no lo deja quieto. Se lo aprieta un poco y le da un toque sobre el pico y cuando parece terminar, lo golpea sobre la corona, para darle su forma final. Se levanta, y de forma pausada y elegante, se marcha.


Todo es hipnótico. En esta sociedad actual, donde las prisas, las carreras, las pantallas de los móviles y ordenadores lo marcan todo, ver a alguien sin prisa por colocarse un sombrero es, cuanto menos, lo mas relajante de la mañana. Pero lo mas significativo es darse cuenta de un detalle: el sombrero cae sobre su cabeza como si hubiera caído por accidente, como si el no hubiese hecho nada para colocárselo, así, al azar, en esa posición.

Hace mas tiempo, meses ya, quizás algún año, una conocida empresa de ascensores me invitó a visitar sus instalaciones en el norte del país, por conocer cómo se hacían las cosas en su casa. Además de lo interesante de la visita, y de realmente abrirme los ojos de como se trabaja en este nuestro país, me quedo con una frase que uno de los comerciales de la empresa me dijo mientras nos tomábamos un vino, posterior a la visita. Hablábamos sobre el trabajo de mantenimiento de los ascensores, dentro de todos los servicios de las comunidades, y la invisibilidad de este, además de considerarse caro en muchos casos. Después de aportar muchas opiniones, me dijo “Quizás, el dinero que se paga por mantener el ascensor es para precisamente no ver al mantenedor. Este hace su trabajo, y el ascensor funciona, y si no lo hiciera, dejaría de funcionar. Por eso se cobra”. Así de sencillo, la rueda gira y gira, sin saber cómo, pero sigue girando.


El trabajo del Administrador de Fincas (y muchas de las empresas de servicios alrededor de las Comunidades de Propietarios) es como el arte de colocarse un sombrero. Nosotros hacemos nuestro trabajo, en la mayoría de los casos sin ser vistos, sin notarse, sin que tenga relevancia, y muchas veces desagradecido, pero la Comunidad sigue rodando. Es cierto que una o dos veces al año nos reunimos con todos los vecinos, se presentan las cuentas, se abren tertulias, se toman decisiones, pero la mayoría de semanas al año nuestro trabajo es silencioso, es un trabajo de perfilar el sombrero, de acomodarlo, de golpearlo hasta que este coge la forma adecuada, y si bien no siempre dejaremos el sombrero perfecto, nos tomaremos nuestro tiempo para que intente quedar de la forma mas elegante posible, con las armas que tenemos en nuestras manos.


Las Comunidades de Propietarios cada vez son “empresas” mas difíciles de gestionar. Cada año se actualizan obligaciones, fiscales y materiales, nuevas sobre las mismas. Salen a la luz nuevas adaptaciones legislativas, desconocidas para la mayoría de los ciudadanos, y casi ninguna sale en la televisión de manera efectista, sino son aburridos textos legislativos que solo un Administrador de Fincas colegiado puede conocer, porque es nuestro colegio el que nos prepara para ello, al igual que el Colegio de Arquitectos o de Enfermería, por poner algunos ejemplos, los mantiene en continua actualización técnica en cada uno de sus campos.

Aunque parece una perogrullada, el hecho de que una Comunidad de Propietarios sea llevada por un particular es cuanto menos temerario, no por la buena fe o cariño de dicho particular, que sin duda será la mejor, sino por el desconocimiento inocente, y las consecuencias que este puede traer para la Comunidad y para el propio desconocedor.

Igualmente temerario es que se le asigne dicha función a algún profesional no adecuado, y que venden sus servicios como Administradores de Fincas, no siendo más que meras empresas de servicios encubiertas, que realmente desean captar al cliente con otros objetivos, pero sin la preparación ni titulación adecuada.


El Administrador de Fincas colegiado no puede satisfacer a todos los clientes, no puede sonreír 24 horas al día, no puede hacer trucos de magia, y ni siquiera podrá ser perfecto en todos sus actos, pero lo que si garantiza es un trabajo serio y responsable. Un trabajo honesto, sin lados oscuros. Un trabajo del día a día, en silencio, por el bien de la Comunidad, de todos y cada uno de sus clientes, desde la luz encendida de su despacho cuando todas están apagadas. Colocando el sombrero, poco a poco en su sitio.

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