ROBERTO SANCHEZ CASAS
ABOGADO Y ADMINISTRADOR DE FINCAS COLEGIADO
La relación de un asesor con su cliente, sea del campo que sea, siempre debe ser desde la base de la confianza. Sin esta, no existe relación. Al menos, una relación sólida. Asesores fiscales o laborales, Abogados, o Administradores de Fincas se dedican a asesorar a sus clientes, indicándoles cuales son las normas del juego, barajando las cartas, y repartiéndolas en el orden adecuado, para que estos, una vez repartidas sobre un tapete, rojo e impoluto, decidan como quieren jugarlas. Habrá veces que no podrán ni siquiera tirarse órdagos, porque solo habrá una jugada posible; pero habrá otras ocasiones donde las diferentes cartas descubiertas te darán múltiples opciones de jugadas. Y ahí, el papel del asesor es fundamental: indicar la apuesta menos arriesgada, adivinar la jugada perfecta para el jugador es el trabajo del perfecto crupier.
Pero juguemos a un juego juntos. Imaginemos otros trabajos, en otros campos, que no todos le infieren un carácter de asesor, pero que visto con los ojos del que firma este escrito, no difiere mucho de la misma escena. En esta visión, la puerta de la consulta del Dr. X se abre, y un señor, altamente molesto por esa tos recurrente, que arrastra ya desde hace meses, y que es para él una carga pesada en su día a día, va a hablar con su “asesor en asuntos del cuerpo” para que le indique, después de realizarse esas pruebas, que camino debe tomar. El afable Dr. X, preocupado por lo que lee en los resultados, y tras años advirtiendo a su ya amigo y paciente que deje el tabaco, le comunica que por desgracia han localizado una pequeña mancha, que adelanta el peor de los diagnósticos posibles. Le insiste en que debe dejar de fumar de forma inmediata, y comenzar a realizar ejercicios diarios. Además, le receta dos medicamentos, y una dieta equilibrada. Y tratamiento contra el cáncer urgente, que comenzaría en una semana. Si no, en breve, el resultado será el peor de los posibles. Cuando sale de la consulta, apesadumbrado, por la mala noticia, nuestro protagonista se para en las escaleras de la consulta, y tras dos o tres minutos de digerir la noticia, se dice: “voy a escoger la opción de la dieta sana, pero no la de dejar de fumar, y no me daré tratamiento alguno. Yo opino que así me curare seguro… el asesor me ha aconsejado, pero mi decisión es esta, y seguro que sale bien”…
Creo que estaremos de acuerdo en que nadie pensaría así. Porque ese “asesor en asuntos del cuerpo” es su Médico, la persona que vela por nuestra salud. Igual que el “asesor en asuntos técnicos de edificios” se resumen en el nombre de Arquitecto. Profesiones respetadas, y que nada mas ser nombradas rodean su nombre de la certeza de que su afirmación es ley, que su consejo deberá ser llevado a cabo, o las consecuencias serán nefastas.
Los Administradores de Fincas colegiados somos los asesores de las Comunidades de Propietarios. Se estima que un 85% de los españoles viven en régimen de Comunidad de Propietarios, con lo que un asesor de ese campo no es baladí, y el cambio normativo y fiscal constante, aparte de las continuas ayudas que de forma periódica surgen, hacen que la actividad constante de reciclaje del Administrador de Fincas se convierta en primordial, jugando el Colegio un papel fundamental en esta formación continua (punto para otro artículo aparte son los profesionales no colegiados, que vienen de la mano de falta de formación, y sobre todo falta de responsabilidad en sus actuaciones…). Somos contables, somos secretarios, somos juristas, y somos mediadores, pero en el día a día somos amigos, somos psicólogos, somos reparadores, somos conciliadores, y somos solucionadores de problemas. Nuestra función es que todo
funcione, al menor coste posible y de la forma mas rápida y eficiente posible. Y siempre con una sonrisa en la cara.
Esta maldita pandemia que nos ha asolado ha mermado también la moral de clientes y asesores. Ha sido demasiado duro para todos, han sido demasiadas las perdidas, han sido demasiados los puestos destruidos, han sido muchas las lagrimas caídas, y no todos tienen piel suficiente para ponerse en la de los demás. Pero el respeto por el prójimo es siempre necesario, y el Administrador de Fincas siempre velará por el bien del edificio, con los principios primarios de honestidad y transparencia. Recibir determinados envites, en determinadas reuniones, sin razón alguna, en la gran parte de los casos, no es asumible para un profesional que se desvive, día a día por sus clientes. La mayoría de los clientes son clientes agradecidos, y amables, además de personas educadas, pero aquellos que deciden verter determinadas palabras, en reuniones públicas, que para algunos suponen solo graciosa broma o chascarrillo con su vecino, para el profesional, que se hace valorar y pelea cada reunión como si fuera la primera, se clavan en pecho como puñal envenenado. Y esa falta al honor, ese ataque sin sentido cada vez se podría normalizar más, de no frenarse a tiempo. ¿Qué parte de los honorarios de una Comunidad se asignan a pagar el honor del Administrador? ¿Cómo se valora el HONOR… CUANTO VALE?. En mi caso no tiene forma de pagarse. Existen límites, y no existe precio alguno para pagar pasaportes a determinadas fronteras.
Pero, ¿quién pone el límite? Si el cliente díscolo cada vez mas normaliza ese trato, y el Administrador no se hace valer (los Juzgados están totalmente colapsados y no perderé el tiempo en esto… tengo yo tiempo para aquello… da igual, ya aprenderá…) la excepcionalidad se convertirá en costumbre. Y le cubrirá un manto de justicia, porque ira añadido al cargo que debamos soportar ese trato (ya me ha pasado que se me diga que debo aguantarme, que para eso se me paga…) y la realidad es que el respeto mutuo es mucho mas sencillo, y que la relación asesor y asesorado debe ser de confianza mutua, y que si en algún momento esta se pierde, se debe romper la relación, pero nunca, en ningún concepto, faltar al honor de la profesionalidad, la cual fue construida, piedra a piedra durante años, y puede ser tirada en una sola jornada.
Porque el honor si vale, y se contabiliza en todo lo que el profesional vale, todo su peso en monedas.